La red de alta velocidad transfronteriza que ha de unir en largos corredores los puntos más distantes de la geografía europea camina lenta pero con paso firme. Diferencias políticas, dificultades orográficas y déficit presupuestario han ralentizado su desarrollo. Los ciudadanos saben que es un billete sólo de ida. Hace años cuando se puso en marcha el Eurostar, el tren que une París y Londres, todos supimos que no había billete de retorno. El tren le ha ganado la partida a las compañías aéreas. Desde 2005, el 70% de los viajeros entre esas dos capitales europeas, prefiere el ferrocarril. Es la apuesta de la Comisión Europea: unir a los 27 con una red de ferroviaria transfronteriza de alta velocidad.